Desde el principio los chinos no se esmeraron en la adoración a algún Dios, sino en trabajar por su autosuperación, teniendo a la naturaleza como testigo.
La más antigua religión de China fue la naturalista o sea, la reverencia hacia lo desconocido y la fuerza que sobre el hombre pueden tener los fenómenos naturales. Pero los chinos relacionaban la conducta del individuo con los fenómenos del universo. Para que la naturaleza no se desordenara era necesario que los humanos observaran una conducta íntegra.
El Taoísmo posterior sólo supone una más fina elaboración de esa misma teoría. Los humanos deben sentirse parte de esa misma potencia universal, que deben emular para alcanzar la santidad eterna, la inmortalidad, la longevidad en plenitud; este es el objetivo fundamental del taoismo (la muerte no es el fin de la vida).
El maestro Lao-Tsé enseña que para alcanzar la felicidad el humano ha de esfoerzarse por autosuperarse, dominando sus inclinaciones flojas y viciosas y sus impulsos, y debe practicar la virtud de la veracidad, la simplicidad de pensamiento y la paz, la honestidad, la justicia y la piedad.
El Taoísmo posterior sólo supone una más fina elaboración de esa misma teoría. Los humanos deben sentirse parte de esa misma potencia universal, que deben emular para alcanzar la santidad eterna, la inmortalidad, la longevidad en plenitud; este es el objetivo fundamental del taoismo (la muerte no es el fin de la vida).
El maestro Lao-Tsé enseña que para alcanzar la felicidad el humano ha de esfoerzarse por autosuperarse, dominando sus inclinaciones flojas y viciosas y sus impulsos, y debe practicar la virtud de la veracidad, la simplicidad de pensamiento y la paz, la honestidad, la justicia y la piedad.
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